Lamentables Pérdidas de Jóvenes por el Consumo de Drogas: Una Reflexión Necessaria
Por Juan Román Mariche
La reciente tragedia que involucra el asesinato de seis estudiantes, quienes perdieron la vida al comprar drogas a bandas dedicadas al tráfico de estupefacientes, es una dura realidad que nos confronta como sociedad. Este suceso, aunque no es aislado, destaca por la falta de defensa y visibilidad que a menudo sufren otras víctimas de situaciones similares.
En medio de la condena y el dolor, surge la pregunta: ¿Qué papel desempeñamos como padres de familia en la prevención de estos trágicos destinos? Culpar al gobierno es una respuesta fácil, pero es esencial reflexionar sobre nuestras responsabilidades como educadores y guardianes de nuestros hijos.
¿Cuánto tiempo invertimos en hablar con ellos, ofrecer consejos y establecer principios? ¿Generamos un ambiente de confianza para que compartan sus experiencias y, en especial, si están involucrados en el consumo de drogas? La complicidad entre padres e hijos es clave para prevenir tragedias.
Pérdidas de Jóvenes por el Consumo de Drogas
El tema se torna aún más complejo cuando algunos familiares deciden ignorar la realidad o se hacen «de la vista gorda» ante el consumo de drogas en sus hogares. Es imperativo entender que la vida de aquellos que tienen vicios en sus familias está constantemente en peligro. La peligrosidad no solo radica en el acto de comprar drogas, sino también en el riesgo de ser víctima de venganzas criminales.
A menudo, se critica la intervención del gobierno en estos asuntos, argumentando que son los familiares quienes mantienen a sus seres queridos. Sin embargo, es esencial reconocer que, en muchos casos, las familias son conscientes del consumo de drogas por parte de sus hijos, incluso llegando al extremo de proporcionarles personalmente el narcótico.
La triste realidad es que estas reflexiones surgen después de perder a un ser querido. La prevención y el diálogo constante son las herramientas fundamentales para evitar tragedias como estas. Sentarse con nuestros hijos, conocer a sus amistades, novios o novias, y comprender sus luchas son pasos esenciales para evitar caer en la espiral destructiva del consumo de drogas. Es un recordatorio de que, como sociedad, debemos abordar estos problemas desde la raíz, en nuestros hogares y comunidades.