El Louvre cierra sus puertas: no es guerra ni pandemia, sino agotamiento del personal
El Museo del Louvre cierra sus puertas, el más visitado del mundo, cerró este lunes al público en medio de una jornada laboral tras una protesta espontánea del personal que denunció sobrecarga laboral y sobreturismo.
“No vimos venir esto”, dijo un vocero del museo. “Pero entendemos la exasperación del equipo. El sistema está colapsando”.
El cierre se dio durante una reunión interna rutinaria. Trabajadores de seguridad, boletería y vigilancia de salas se negaron a ocupar sus puestos. La medida reflejó años de descontento acumulado frente a condiciones de trabajo insostenibles.
Sobreturismo: el verdadero enemigo del Louvre
La imagen fue inusual: miles de turistas formados bajo la pirámide de vidrio, boletos en mano, sin acceso al recinto. Algunos llevaban horas de vuelo y días de planificación para llegar.
“Esperé tres años para ver la Mona Lisa”, comentó Ji-Hyun Park, desde Seúl. “Y hoy me encuentro viendo una puerta cerrada”.
Con 8.7 millones de visitantes anuales, el Louvre opera muy por encima de su capacidad diseñada. Las multitudes generan estrés constante en infraestructura, seguridad y conservación de obras.
“Ya no es solo arte lo que protegemos”, señaló Sarah Sefian, representante sindical CGT-Culture. “Son los trabajadores, la salud mental y física de quienes cuidan ese patrimonio”.
Personal desbordado y obras en riesgo
El Museo del Louvre cierra sus puertas. Un memorando interno filtrado alertaba sobre el estado crítico del edificio: techos que no son herméticos, fluctuaciones de temperatura y áreas comunes saturadas.
“Las obras están en peligro y también los empleados”, indicó el documento. “La experiencia del visitante es cada vez más caótica e insatisfactoria”.
El gobierno francés anunció hace meses un plan de modernización de 700 a 800 millones de euros. Sin embargo, los trabajadores lo consideran insuficiente si no hay apoyo inmediato.
Macron prometió un «Renacimiento» del Louvre; ahora urge acción
Bajo el nombre Nuevo Renacimiento del Louvre, el presidente Emmanuel Macron lanzó en enero un ambicioso plan de diez años. Incluye nueva entrada, mejor distribución de visitantes y una sala exclusiva para la Mona Lisa.
Pero mientras llega ese futuro, el presente del museo es caótico. La pirámide de vidrio se satura de calor. Los baños escasean. Las zonas de descanso son casi inexistentes.
“Estamos en un limbo entre dos épocas”, afirmó un guía del museo que pidió no ser identificado. “No podemos seguir así. Ni el arte, ni el personal, ni los visitantes resisten más”.
El cierre de este lunes fue un grito de auxilio. Un recordatorio de que hasta los símbolos más sólidos pueden temblar si no se les da mantenimiento real.
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