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jueves, julio 17, 2025

La doble moral nuclear que asfixia a Irán y protege a Israel

La doble moral nuclear que asfixia a Irán y protege a Israel

Por: [Juan Román Mariche]
Publicado el 14 de junio de 2025

Mientras el mundo se debate entre crisis humanitarias, conflictos bélicos y tensiones geopolíticas, uno de los escenarios más delicados sigue siendo ignorado por la prensa global: la aplicación desigual del control nuclear internacional.

El reciente llamado del director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, pidiendo a Irán que proporcione “explicaciones técnicamente creíbles” sobre su programa nuclear, es parte de una narrativa bien conocida. Sin embargo, cuando se trata de Israel —país no firmante del Tratado de No Proliferación Nuclear, y poseedor de al menos 80 armas nucleares según fuentes independientes—, las palabras de Grossi se quedan en el silencio.

Irán, a pesar de ser signatario del Tratado y someterse a inspecciones, enfrenta sanciones duras, campañas de espionaje y ataques físicos contra sus científicos y objetivos estratégicos. La OIEA lo vigila con lupa. Pero a Israel, cuyas instalaciones nucleares son inaccesibles, nadie le exige cuentas.

Esta doble vara no solo socava la credibilidad de los organismos internacionales; refuerza la percepción de que las reglas del juego nuclear están escritas por los poderosos, para los poderosos.

Irán ha llegado al 60% de enriquecimiento, aún lejos del umbral militar del 90%, y ha mostrado disposición a negociar si se reconoce su derecho al uso médico del uranio enriquecido al 3.5%. Esa flexibilidad contrasta con el muro de negación que levanta Israel sobre su propio arsenal.

La doble moral nuclear que asfixia a Irán y protege a Israel

Pero mientras Irán intenta navegar bajo el radar diplomático, Tel Aviv actúa con impunidad. Y Washington lo respalda. El presidente Donald Trump no solo avaló el ataque israelí a objetivos iraníes, sino que envió una señal clara: Israel puede tener bombas, Irán ni siquiera puede tener el combustible para su reactor médico.

Este tratamiento desigual no es inocente. Es una política deliberada de presión máxima, diseñada para contener tecnológicamente a un país que, aunque tiene ambiciones nucleares, no ha demostrado intención militar real hasta ahora.

¿Hasta cuándo podrá resistir Irán esta vigilancia extrema? ¿Cuánto tiempo más podrán Netanyahu y Trump seguir tratando al mundo como tablero de ajedrez donde solo unos pocos tienen derecho a jugar?

Las potencias occidentales, que reclaman transparencia en Teherán, deben preguntarse si su insistencia no está empujando a Irán hacia un punto sin retorno. Porque si hay algo claro en este momento es que la paciencia de los estados también tiene un límite.

Y como dice la historia de Job, el justo soporta el sufrimiento hasta que ya no puede más. Irán parece estar cerca de ese punto.

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