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viernes, diciembre 6, 2024

La violencia escolar no debe verse como un problema aislado

La violencia escolar no debe verse como un problema aislado

Ante hechos como el ocurrido en una secundaria del Estado de México, en el que un alumno usó un arma de fuego e hirió a un conserje, Liliana García, coordinadora de la Maestría en Educación y Convivencia del ITESO, afirma que el reto es generar modelos de convivencia que vinculen a las comunidades y a las escuelas.

El pasado 31 de mayo una secundaria en el municipio La Paz, Estado de México, se coló a los sitios de noticias porque uno de sus estudiantes accionó un arma de fuego dentro de las instalaciones de la escuela. Ese día se informó que el alumno intentaba salir del plantel, disparó contra la puerta e hirió a un conserje, para luego ser detenido por la policía municipal. Liliana García, coordinadora de la Maestría en Educación y Convivencia del ITESO, dice que, además de ser un claro ejemplo de violencia directa, es una manifestación “de una serie de violencias menos evidentes, que son las violencias estructurales y culturales, que nos interpelan a todos y están ligadas a una desigualdad que tiene muchas manifestaciones y que puede ser consecuencia de una privación del acceso a los derechos fundamentales de las personas”.

La coordinadora del posgrado dice que, frente a este tipo de situaciones en las escuelas, el primer paso es no ver el hecho como un elemento aislado o una situación individual. “Es irresponsable atribuir estas expresiones a un solo sujeto”, afirma y señala que hay una corresponsabilidad de la sociedad en lo que denomina “la institucionalización de la violencia”. 

Se deben tomar medidas

Respecto a lo que debe hacer la escuela, señala que definitivamente debe tomar medidas desde muchas frentes y aplicar un modelo de contención, aunque advierte que esta debe aplicarse cuidadosamente porque “la contención también puede ser autoritaria. Castigar los hechos no precisamente implica un aprendizaje, y es importante que en casos como este la contención permita colocar situaciones de aprendizaje”. Agrega que muchas veces se apuesta por procesos que derivan en una paz que al final resulta efímera, por lo que lo importante es realizar “un trabajo más fuerte para modificar prácticas desde el origen, tanto en lo estructural como en lo cultural. Por ejemplo, que las escuelas empiecen a trabajar en términos de prevención, en pensar qué habilidades, competencias y sensibilidades deben cultivarse para que las personas puedan resolver los conflictos, las diferencias y los estados emocionales de otra manera”.

La académica del Departamento de Psicología, Educación y Salud el ITESO explica que muchas veces se entiende la paz como la ausencia de violencia directa, lo que habla de una visión limitada. Lo que debe buscarse, continúa diciendo, es una paz más profunda y duradera a partir de la creación de “una estructura relacional que permita crear condiciones de bienestar y desarrollo para todas las personas, que favorezca relaciones educativas que sean respetuosas, solidarias, participativas y democráticas para fomentar experiencias de aprendizaje que propicien que niñas, niños y adolescentes puedan relacionarse con los otros de otra manera. Si viven siempre modelos de imposición y autoritarios, los van a repetir porque es lo que han visto siempre”.

Proyecto compartido

García Ruvalcaba dice que esta labor es un proyecto que implica a todos los ámbitos, es decir, el educativo, sí, pero también el comunitario y el familiar. Entendido así, es necesario hacer sinergias para asumir que hay un proyecto compartido, a saber: la formación de niñas, niños y adolescentes. “Hay que hacer un trabajo para revincular las familias con las escuelas, establecer proyectos para encontrar los intereses compartidos”. 

Para finalizar, Liliana García dice que episodios como el del Estado de México debe ser “una oportunidad de estremecernos socialmente y comprometernos. Nos toca asumir que no es un acto individual, sino hacernos la pregunta de cómo hemos participado para que estos hechos ocurran. Por otro lado, hay que subrayar la oportunidad de formación. Debemos preguntarnos ‘¿Yo sabría qué hacer en un caso como este desde la educación?’. Ese tipo de compromiso mueve a la Maestría en Educación y Convivencia: reconocer que la fractura, educativa y social, está ahí; las violencias están ahí y debemos trabajar formando personas que tengan más herramientas y contribuyan a la construcción de una paz duradera desde la educación”.

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